Jesús Andrógino, imagen de Jesús sin rasgos definidos.

Creer en un Jesús andrógino: ¿requisito para ser ministro?

Cuando tu fe se enfrenta al «Jesús andrógino» y el lenguaje inclusivo en la iglesia

"¿Y por qué usas pronombres masculinos para referirte a Dios?

La pregunta vino con tono molesto de una de las ancianas gobernantes en el comité de preparación ministerial. Yo estaba compartiendo mi declaración de fe y esperaba conversar sobre la autoridad de la Escritura o la misión de la iglesia. Pero no. La prioridad del momento era el lenguaje inclusivo. Después de un silencio incómodo, la misma añadió: “como denominación estamos cambiando todas las referencias masculinas de Dios por pronombres neutros.

Confieso que me entristeció. No porque la pregunta sea irrelevante en la cultura actual—entiendo la sensibilidad—sino porque revela el orden de prioridades. Yo hubiera preferido dialogar sobre la visión de Bullinger en la Segunda Confesión Helvética, pero tuve que comenzar por lo más básico: el “problema” de los pronombres masculinos no lo inventamos nosotros, lo introdujo Jesús.

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Él llamó a Dios “Abba” (Mc 14:36). Él nos mandó a bautizar en el nombre del “Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28:19). Y enseñó a sus discípulos a orar diciendo: “Padre nuestro” (Mt 6:9).

Jesús y la realidad de llamar a Dios “Padre”

Jesús usó más de 170 veces la palabra “Father" to speak of God. Saying "Father" does not mean that God is biologically male. Jesus himself stated that "God is Spirit" (John 4:24). But to deny that language is something else: it is to impose a cultural agenda on the witness of Christ.

Aquí está la paradoja: la encarnación afirma que el Hijo asumió carne real, sexuada, masculina. Que nació de una mujer, y no de una persona gestante. Que fue circuncidado a los 8 días. Que muchas mujeres le siguieron y el les recibió con dignidad sin tener que rebajar su masculinidad. Eso no es patriarcado, es cristología. Llamarle “Padre” al que engendró y envió a Jesús al mundo (Juan 3:16) no es un accidente lingüístico, es la forma en que el propio Cristo nos abrió la puerta a la comunión con la esencia trinitaria de Dios.

Cómo entró la ideología de género en los seminarios y Las Denominaciones Protestantes

No es la primera vez que me topo con intentos de borrar la masculinidad del evangelio. Años atrás, una profesora en Yale pasó un semestre intentando convencerme de que Cristo se encarnó como un ser andrógino para “desestabilizar identidades de género.” Según ella, esa era la clave para entender Gálatas 3:28. Todavía me cuesta imaginar la cara de Pablo al escuchar semejante argumento.

Hoy esa lógica se ha institucionalizado. En algunos comités ministeriales ya no basta con afirmar la Trinidad. También se espera que uses términos neutros como “siblings” en Inglés y «hermanes» en vez de hermanos o hermanas, porque alguien podría no identificarse con ninguno de los dos géneros. Y si tu visión del ministerio no acomoda las 72 identidades de género reconocidas por la política de no-discriminación de mi denominación, estás en problemas.

Feminismo teológico: de Mary Daly a Virginia Mollenkott

Mary Daly en Beyond God the Father (1973) escribió: “Si Dios es hombre, entonces el hombre es Dios.” Her proposal was to feminize the Father or castrate him. Virginia Mollenkott, in The Divine Feminine (1983), sugirió que Jesús podía verse como andrógino y que había que eliminar pronombres masculinos de la Biblia.

El problema es doble:

  1. Imponen un sesgo ideológico sobre la Escritura.

  2. Crean ironías: en nombre de la inclusión, los espacios de mujeres en ministerios ahora pueden ser desplazados por hombres que se autoperciban como mujeres.

¿El lenguaje inclusivo sana el trauma espiritual?

Seamos claros: para algunos, la palabra “padre” trae dolor. Lo reconozco. Pero borrar esa palabra no sana. Como tampoco borrar la cruz elimina su trauma. La sanidad viene de conocer al Padre que no traiciona.

Y si el truco fuera tener deidades en todos los géneros, ya lo sabríamos. El hinduismo tiene dioses masculinos, femeninos y andróginos como Ardhanarishvara. La Grecia antigua tenía a Zeus, Artemisa y Hermaphrodito. ¿Trajo esto justicia de género en esas culturas? No. El problema no es el género de la deidad, sino el corazón del ser humano.

La encarnación: la buena noticia que nadie puede neutralizar

El Credo Niceno lo deja claro: Cristo es “engendrado, no creado, consustancial con el Padre.” Y como dijo Gregorio Nacianceno: "Lo que no se asume, no se cura. Cristo asumió carne masculina y desde allí elevó también a la mujer.

Jesús no negó su masculinidad, la usó para liberar a las mujeres de su tiempo: las incluyó, les confió la noticia de su resurrección antes que a los varones y las trató con dignidad. Esa masculinidad redentora no es tóxica, es sanadora.

Fred Sanders en The Deep Things of God explica que la relación Padre-Hijo no es dominación, sino amor y mutua glorificación. Y Juliana de Norwich recordó que junto a esa paternidad podemos reconocer la ternura maternal de Dios.

Por qué negar la masculinidad de Jesús es peligroso

El intento de neutralizar o androginar a Cristo no es una corrección necesaria, es un regreso al docetismo y al gnosticismo que la iglesia ya combatió. Cristo no es metáfora; es el Logos encarnado.

Sí, Dios es Espíritu. Pero el Hijo eterno se hizo carne como varón. Y nos enseñó la belleza de llamar a la primera persona de la Trinidad «Abba«. Negar esa realidad histórica no solo vacía la encarnación de su escándalo, sino que también le roba al evangelio su belleza.

Por eso sigo confesando, aunque me cueste puntos en entrevistas y procesos: creo en Dios Padre, en Jesucristo su Hijo, y en el Espíritu Santo. Esa confesión no es patriarcado, es fidelidad. Y en tiempos de confusión, esa fidelidad es la única esperanza para hombres y mujeres que esperan su regreso.


 

Fuentes y Notas

  1. Mary Daly, Beyond God the Father (Boston: Beacon Press, 1973).

  2. Virginia Ramey Mollenkott, The Divine Feminine: The Biblical Imagery of God as Female (New York: Crossroad, 1983).

  3. Gregorio Nacianceno: “For that which He has not assumed, He has not healed” (Oration 45, On Holy Pascha).

  4. Fred Sanders, The Deep Things of God: How the Trinity Changes Everything (2nd ed., Wheaton: Crossway, 2017).

  5. Julian of Norwich, Revelations of Divine Love (c. 1395), Capítulo 59.

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